Los avances en el campo de la alimentación se han desarrollo considerablemente en las últimas décadas. El apoyo de organizaciones internacionales y la concienciación mundial ha provocado que no solo se avance en la investigación en los alimentos y sus propiedades, sino también en las propias normas sanitarias. Ahora bien, este desarrollo ha sido desigual en los diferentes ámbitos de alimentarios, puesto que el tema de la salud se ha dejado en un segundo plano.
Hoy os venimos a hablar de uno de los grandes enemigos de nuestra salud, muchos especialistas en dietética y nutrición nos alertan de la existencia de ciertas sustancias en nuestros alimentos que no hacen más que perjudicar nuestro bienestar. En concreto, nos alertan del a gran cantidad de grasas “trans” que existen en los alimentos y nosotros desconocemos. Estas grasas “trans” se presentan en muchos productos ya elaborados y procesados como son la bollería industrial, los helados, ciertos congelados o incluso las patatas fritas y palomitas.

¿De dónde provienen las grasas “trans”?
 Normalmente las grasas “trans” se obtienen al tratar los aceites vegetales en la elaboración de los alimentos procesados. La razón por la que las grandes marcas hacen uso de estos aceites es porque se consigue una textura más idónea del producto y además aumenta el tiempo de conservación del producto. El principal problema del que nos alertan los buenos expertos en dietética y nutrición es que estas grasas disparan el colesterol al obstruir nuestras arterias.
Uno de los principales problemas para el consumidor en lo referente a estas grasas enemigas para nuestra salud es que nuestra propia legislación no obliga a las marcas a advertir sobre su presencia en el etiquetado de los alimentos que compramos y consumimos a diario, de ahí que se denomine un enemigo oculto, porque por desgracia se trata de una sustancia perjudicial para nuestra salud a largo plazo. Las consecuencias de las grasas “trans” son advertidas incluso por expertos cardiovasculares. Hemos de esperar por tanto a que nuestra administración decida hacer algo al respecto y respetar nuestro derecho a una información clara y transparente sobre qué ingerimos y de qué manera.
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