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La cuestión que abordamos hoy es realmente compleja, porque nos enfrentamos tanto a la actitud de los padres o educadores como a la comprensión de los hijos. Cuando regañamos a los niños en cierto modo, podemos pensar que el hecho de gritar imprime firmeza y autoridad a nuestras palabras, pero nada más lejos de la realidad, porque por todos es sabido que gritar no nos lleva a conseguir mejores resultados ni a darnos la razón.
Al gritar a los niños cuando los regañamos conseguimos más bien todo lo contrario y es que los niños independientemente de la razón por la que les gritemos no nos entenderán, se habla incluso de un bloqueo del cerebro de los niños cuando se les grita.

¿Por qué no se debe regañar con gritos?

Los educadores infantiles tienen razones más que de sobra para no trabajar dentro de los centros infantiles, ni aulas, gritando, porque regañar con gritos es sembrar sobre un terreno infructuoso.

  • Los niños necesitan seguridad. Aunque estemos regañando a los niños, debemos darle un entorno de seguridad, para que entiendan qué está ocurriendo en ese espacio. El cerebro de los humanos trabaja mejor en situaciones de protección, por lo que gritarles les altera en exceso y les hace estar en alerta.
  • Los gritos estresan y activan el miedo. La reacción más instintiva de los niños hacia los gritos es el miedo y el nerviosismo, están en estado de alerta y por tanto su cerebro no es capaz de centrarse en la información que se les está intentando transmitir. De esta manera regañar a través de gritos es simplemente emitir sonidos estridentes que en ningún caso les hará comprender el por qué de esa reprimenda.

La alternativa que se utilizan en los centros de educación infantil son un conjunto de técnicas, que aplicadas de manera conjunta hacen que los niños puedan ser capaces de desarrollar actitudes más positivas y respetuosas. Trabajando la empatía y la educación emocional con seguridad conseguiremos mejores resultados que a través del miedo y los gritos.

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