La educación de los niños y sus experiencias en centros educativos empieza cada vez más pronto en nuestra sociedad. Las exigencias laborales de sus padres, así como el ritmo de vida de quienes los educan en casa, hace que cada vez más pronto se acuda a centros educativos infantiles para el cuidado de sus hijos pero también para que experimenten por primera vez lo que será su educación en el futuro. Es ahí donde reside la importancia de la implicación de los padres en la educación de sus hijos.
Nuestros hijos están insertos en un proceso educativo desde el primer momento en el que los dejamos en la guardería o las clases de preescolar, para que este proceso consiga sus objetivos, el niño no solo habrá de seguir las pautas marcadas durante las horas que este con sus cuidadores, sino que estas habrán de tener también continuidad en casa. Los padres en este sentido han de estar muy atentos a cómo son las dinámicas en sus centros educativos y qué tipo de actividades se desarrollan, para que de esta manera puedan seguir las mismas estrategias que en su centro aplicadas a cada situación cotidiana.
De esta manera conseguimos que el aprendizaje sea un proceso y no solo un resultado, porque apostamos por las rutinas continuas y cotidianas. En las primeras etapas educativas, los niños desarrollan su aprendizaje en las denominadas pautas básicas de comportamiento, aprenden a descubrir el mundo que les rodea y aprenden a descubrirse a sí mismos. Por ello, no resulta lógico que ese aprendizaje sea discontinuo y una vez en casa los padres no se impliquen en que ese aprendizaje continúe como ha empezado en su centro educativo. La implicación de los padres es clave a la hora de crear una conciencia completa de nuestros hijos sobre cómo es el mundo que les rodea y remarcar la importancia que dentro del aula se ha de tener una actitud parecida a la que se debe tener en casa, conociendo los límites y siendo padres y educadores figuras de referencia en todo momento.

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